No sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es tu única opción.
La
natación me eligió a mí
Pensamos
que somos dueños de nuestros actos, que lo que nos sucede es siempre
consecuencia de nuestras decisiones o de la ausencia de ellas. La realidad es
que casi todo lo que nos pasa en la vida viene determinado por nuestra
naturaleza, por cómo influye en nosotros y en todo lo que nos rodea. A los
cuatro años me atropelló un coche y mi naturaleza competitiva se puso en
funcionamiento.
Levantarme
todas las mañanas era competir, ir al colegio era una competición, integrarme en
el mundo con mi silla de ruedas era competir, y desde muy pronto ver las caras
de lástima de todo el que me rodeaba se volvió inconscientemente en un objetivo
a eliminar de mi vida.
Probé
varios deportes hasta que hice un curso de perfeccionamiento de natación con
niños sin discapacidad. Descubrí que cuando me metía en el agua y los niños no
veían mi silla de ruedas, me trataban igual que a los demás. Eso me
gustaba.
Me
gustaba la sensación de flotar en el agua, el sonido del silbato de mi
entrenador que al bucear se escuchaba distorsionado, nadar y ver cómo mi silla
de ruedas permanecía inmóvil mientras yo no dejaba de avanzar, me gustaba
esforzarme cada día para mejorar, pero sobre todo, me gustaba ver la cara de mis
compañeros cuando les ganaba. Su incredulidad era mi forma de borrar del mundo
las caras de lástima.
La
natación no hace el carácter, lo pone a prueba. Mis cualidades físicas, mentales
y por encima de otros aspectos, mi hábito de competir desde que me levantaba de
la cama, hacían del deporte más completo y sacrificado, el más indicado para mí.
La natación me había elegido y yo sólo tenia que ser fiel a mi
naturaleza.
A
lo largo de mi carrera deportiva he logrado cumplir todos mis sueños como
deportista. Representar a mi país, ganar el oro en unos Juegos Paralímpicos,
tener un récord del mundo, ser el mejor en un momento de la historia en el
deporte que me hacía sufrir y disfrutar a partes iguales.
La
natación me ha enseñado que lo importante no es ser mejor que los demás, lo
importante es ser, cada día, mejor que uno mismo.
-
Mamá, ¿Cómo puede ese niño nadar sin las piernas?
- Porque nada con el
corazón.
Pablo
Cimadevila
La
natación me eligió a mí
Pensamos
que somos dueños de nuestros actos, que lo que nos sucede es siempre
consecuencia de nuestras decisiones o de la ausencia de ellas. La realidad es
que casi todo lo que nos pasa en la vida viene determinado por nuestra
naturaleza, por cómo influye en nosotros y en todo lo que nos rodea. A los
cuatro años me atropelló un coche y mi naturaleza competitiva se puso en
funcionamiento.
Levantarme
todas las mañanas era competir, ir al colegio era una competición, integrarme en
el mundo con mi silla de ruedas era competir, y desde muy pronto ver las caras
de lástima de todo el que me rodeaba se volvió inconscientemente en un objetivo
a eliminar de mi vida.
Probé
varios deportes hasta que hice un curso de perfeccionamiento de natación con
niños sin discapacidad. Descubrí que cuando me metía en el agua y los niños no
veían mi silla de ruedas, me trataban igual que a los demás. Eso me
gustaba.
Me
gustaba la sensación de flotar en el agua, el sonido del silbato de mi
entrenador que al bucear se escuchaba distorsionado, nadar y ver cómo mi silla
de ruedas permanecía inmóvil mientras yo no dejaba de avanzar, me gustaba
esforzarme cada día para mejorar, pero sobre todo, me gustaba ver la cara de mis
compañeros cuando les ganaba. Su incredulidad era mi forma de borrar del mundo
las caras de lástima.
La
natación no hace el carácter, lo pone a prueba. Mis cualidades físicas, mentales
y por encima de otros aspectos, mi hábito de competir desde que me levantaba de
la cama, hacían del deporte más completo y sacrificado, el más indicado para mí.
La natación me había elegido y yo sólo tenia que ser fiel a mi
naturaleza.
A
lo largo de mi carrera deportiva he logrado cumplir todos mis sueños como
deportista. Representar a mi país, ganar el oro en unos Juegos Paralímpicos,
tener un récord del mundo, ser el mejor en un momento de la historia en el
deporte que me hacía sufrir y disfrutar a partes iguales.
La
natación me ha enseñado que lo importante no es ser mejor que los demás, lo
importante es ser, cada día, mejor que uno mismo.
-
Mamá, ¿Cómo puede ese niño nadar sin las piernas?
- Porque nada con el
corazón.
Pablo
Cimadevila